
El médico Arturo Rodríguez se comunicó a la DEA vía internet para entregar información sobre el Mayito, su cuñado, a principios de agosto del 2013. Poco antes, uno de los hombres de su cuñado le había exigido que dejara el lugar donde vivía: “la vamos a usar como casa de seguridad”, le advirtió. Arturo se mudó a su consultorio particular, una oficina improvisada en un vecindario pobre al sur de Ciudad Juárez.
El médico se volvió a comunicar a la DEA por teléfono semanas después y el hombre que le respondió pidió verlo en el Puente Libre fronterizo, en las oficinas de ICE. Le dio una clave para que se identificara cuando llegara.
Arturo entregó un BlackBerry que le había regalado el M-10. Informó también el tipo de camioneta que traía el Mayito, las placas y la gente con quien se movía en Juárez. Así fue ganándose parte de la credibilidad de Saul, que fue como se identificó el hombre de la DEA que lo atendió.
A partir de ese momento no sólo era monitoreado por la gente del Mayito, “para cuidarlo”, sino también por la DEA. En horas de trabajo se escapaba para asistir a las juntas en el Puente Libre, que fueron más de cinco. La última vez que Arturo se encontró con Saul en el Puente Libre recibió una llamada de uno de los colaboradores del Mayito. “Dónde andas”, le preguntó el hombre. Arturo respondió que comprando unas cosas para el consultorio; “es que como no contestas el teléfono, andamos preocupados por que no te hayan levantado”. Arturo colgó, se separó de Saul y corrió a su camioneta Armada negra, la encendió y tomó la avenida Cuatro Siglos; recorrió la ciudad de norte a sur en 20 minutos y a una cuadra de su consultorio regresó la llamada. “Ya ando por aquí”, dijo Arturo. Casi de inmediato se asomó el auto del hombre al otro lado de la línea. Le cerraron el camino. “Dónde andabas”, volvió a preguntar. Arturo respondió lo mismo. De regreso al consultorio, Arturo pensó en las palabras de Saul: “cuando estés con él, llámanos; si te detenemos a ti junto con ellos, no hagas nada: te liberamos ya acá”.
Cuando Mayito regresó a Ciudad Juárez, Arturo lo invitó a cenar. El cuñado se negó. Arturo luego llamó a su hermana para saber si estaba con él; Mayito estaba en el hotel Casa Blanca, a donde se hospedaba con regularidad. Arturo entonces llamó a Saul: “está ahorita en el Hotel Casa Blanca, ahí lo pueden cazar”.
A las 4 de la mañana del 28 de agosto de 2013 llegaron camionetas de la Policía Ministerial del estado de Chihuahua al hotel. Subieron por las escaleras hasta el cuarto 32; uno de los agentes saludó al Mayito, le dijo que traían órdenes “desde arriba”. El Mayito solo pidió tiempo para escribir una breve carta a su esposa, la hermana de Arturo. “Cuida a mis hijos x favor”, así comenzaba y al final decía: “Vende lo que puedas x favor y guarda para sus estudios que salgan adelante”.
Tras poner a su cuñado, Arturo fue trasladado a El Paso junto a su exesposa, sus hijos y su hermana. Arturo ya no quería más problemas, su vida había cambiado de la noche a la mañana; sin embargo, en un arranque de celos por haber encontrado unos mensajes de filtreo en el Facebook de Arturo, su esposa se fue de la casa. Al intentar cruzar a Juárez fue interceptada por agentes federales estadounidenses, quienes la acusaron de tener una visa de falsa.
La mujer con la que el médico coqueteaba era Angélica Ortiz Villarreal, prima de Emma Coronel, esposa del Chapo Guzmán. Arturo la había conocido en consulta desde el 2012. Entre los mensajes de escarceos que Rosa Rodríguez había descubierto había uno que llamó su atención: “El señor quiere que trabajes para él”, decía. “Dice que te vengas para Hermosillo y de ahí te da indicaciones para llegar a La Tuna”.
Arturo fue uno de los primeros y únicos en utilizar células madre en Ciudad Juárez. De todos los hombres que atendió por órdenes de la mafia ninguno murió bajo su cuidado, me aseguró en entrevista, por lo que su récord llegó hasta La Tuna, pueblo en el que presuntamente vivía Joaquín Guzmán Loera, uno de los jefes del cártel de Sinaloa.
Durante meses Angélica y Arturo habían hecho amistad vía redes sociales: ella le contaba que era divorciada, que tenía una niña pequeña y que su prima estaba enamorada del Chapo. Él no le contaba mucho, sólo que era divorciado y que la comprendía; a veces le daba consejos sobre cómo llevar las noches tristes, otras ella lo invitaba a que se vieran en algún lugar neutral.
Arturo tuvo noticias de Rosa Rodriguez tres días después de se fue de la casa. Agentes de migración la habían arrestado y, de acuerdo a Saul, estaba encerrada en un centro de detención de ICE. Arturo entregó copia y original de las visas ofrecidas por la DEA, pero no fue suficiente. Saul le advirtió que para liberar a su esposa necesitaría más información sobre las operaciones de los cárteles en México; a pesar de que el médico ya no tenía más contactos con la gente de Mayito, el funcionario estadounidense lo amenazó con deportarlo justo a su esposa e hijos.
La diferencia entre un testigo protegido y un informante confidencial es que al segundo el gobierno estadunidense le exige entregar información periódicamente. El testigo hace una sola entrega y luego va a corte. Arturo y su familia fueron calificados como informantes.
Esa noche regresó al departamento, abrió su computadora portátil y entró a Facebook. Buscó a Angélica Ortiz y escribió “Hola, estás?” A los pocos minutos ella los saludó de vuelta. El médico le dijo que aceptaría el trabajo. “Ve a Hermosillo”, replicó Angélica, “mañana te digo a dónde”. Al día siguiente la mujer le envió un par de números de celular: “El señor siempre está junto a esos dos celulares”. Ambos tenían clave lada de Hermosillo.
Arturo pasó esos datos a Saul porque “tenía que entregar al Chapo para salvar a mi familia”, según me dijo en entrevista. El médico me contó también que al poco tiempo recibió una llamada del agente estadounidense; la conversación no duró ni 30 segundos y su vida ya había dado el vuelco más grande en sus 47 años: fue llevado junto a su familia a un escondite de la DEA y desde ese momento colaboró junto a la agencia para entregar, según él, al capo más buscado del mundo el 22 de febrero del 2014.
Arturo Rodríguez vive en el anonimato junto a su familia en Estados Unidos.